(Publicado en Escuela el 19 de mayo de 2020)
Se dice EvAU en unos sitios y EBAU en otros pero es la
misma cosa: algo tan consolidado que, incluso en las circunstancias actuales,
no se cuestiona que deba realizarse. Y es que, si el examen parece ser el
estado sólido de la materia educativa, la EvBAU representa su cristalización
más depurada.
En España se ha suspendido la Semana Santa, los toros
y hasta la liga de fútbol, pero sobre la conveniencia de mantener la EvBAU
apenas hay debate. De hecho, cuando nadie había oído hablar todavía de fases ni
de desescaladas, ya se había confirmado que se haría y se habían fijado las
fechas.

Antes se llamaba Selectividad, un nombre áspero que
aún se sigue usando. Después fue la PAU, siglas mas amables que revelaban que
su principal función no era seleccionar sino ordenar el acceso a los estudios
universitarios. Pero hace unos años un ministro que no se fiaba de los docentes
diseñó una ley orgánica en la que el bachillerato no quedaba acreditado hasta
superar una
prueba externa sobre todas sus asignaturas. Aquella ley sigue
vigente pero lo previsto sobre este tema pareció tan aberrante que en 2016 se
aprobó un parche con forma de
Real Decreto-Ley para dejarlo en suspenso hasta
que se alcanzara un Pacto de Estado, Social y Político por la Educación (así
figura en el texto). Ese es el origen de la actual EvBAU, una prueba (que no
evaluación, como indica su acrónimo) que resiste inmutable la llegada de un
virus capaz de cambiarlo todo menos a ella. Porque la selectividad, la EvBAU o
como se la quiera llamar, es lo más sólido de nuestro sistema educativo. De
hecho, es la causa (o la excusa) de algo tan absurdo como que
segundo de bachillerato termine y se evalúe cada año entre cinco y siete semanas antes de
que finalice el curso escolar.