30 de junio de 2020

Fin de curso

Nadie tiene memoria de una situación comparable a la que hemos vivido en este curso: tres meses y medio con los centros escolares cerrados por una pandemia que en España se ha llevado la vida de decenas de miles de personas. Una situación excepcional que nos ha obligado a vivir y a trabajar en condiciones nunca antes conocidas.

Y ante la magnitud del desafío, creo que tenemos motivos para sentirnos orgullosos por la forma en que hemos sabido enfrentar el reto de estos 66 días lectivos sin aulas. Yo, al menos, lo estoy. Me siento orgulloso de mi alumnado y de sus familias, que han trabajado tenazmente demostrando destrezas y virtudes que a veces pasan desapercibidas en la cotidianidad de las aulas. Me siento orgulloso de los compañeros y compañeras con los que he colaborado en estos meses para llevar a nuestras aulas virtuales propuestas creativas bien distintas y distantes de esas tareas, deberes, entregas e instrucciones que caracterizan la lógica tediosa  de las inercias escolares. Me siento orgulloso de los tutores y tutoras de mi centro, los más importantes de entre todos nosotros, que han asumido plenamente su papel de nodos cálidos capaces de acompañar y cuidar de todo nuestro alumnado para que nadie se quede atrás en estas difíciles circunstancias. Me siento orgulloso de un equipo directivo que lo ha dado todo en estos meses, asumiendo el desafío de liderar y coordinar nuestro trabajo con especial atención a las necesidades y demandas de cada uno de los miembros de la comunidad educativa. Y también me siento orgulloso, por qué no decirlo, de unas administraciones educativas que, en mi país y en mi región, han sabido mantener ese difícil equilibrio entre continuar, en la medida de lo posible, la normalidad de un curso tan complicado como este y conseguir que todo el alumnado pueda comenzar el próximo sin cuentas pendientes.

4 de junio de 2020

¿Deben ser (más) obligatorias las matemáticas?

(Publicado en Escuela el 1 de junio de 2020)

Sucedió en 2013 durante la tramitación de la LOMCE en el Senado. El argumento de que algunos alumnos podrían entrar en el grado de Economía sin haber cursado la asignatura de Matemáticas en segundo de bachillerato hizo que, desde entonces, todos deban cursarla con independencia de su relevancia para otros grados universitarios o para la formación profesional superior a la que también da acceso el título de bachillerato.

Aquellos planteamientos encendidos vuelven ahora con la tramitación parlamentaria de una nueva ley que parece renunciar a ese grado de precisión prescriptiva dejando esos aspectos para los desarrollos reglamentarios, lo que permitiría cambiar asignaturas sin necesidad de modificar de nuevo la ley orgánica. Pero esa flexibilidad no parece agradar a los que estaban muy contentos con la forma en que la LOMCE había dejado atado y bien atado este tema.

Quienes ahora defienden la obligatoriedad radical de las matemáticas lo hacen mezclando argumentos relacionados con lo propedéutico y con la alfabetización matemática de la ciudadanía. La importancia de esta última es, sin duda, incuestionable. De hecho, se han podido comprobar sus carencias en estos tiempos de pandemia en los que se comparan hasta la saciedad los números absolutos de muertos o contagiados en cada país obviando cualquier referencia a los datos relativos en relación con sus poblaciones. Pero esa alfabetización sensata y necesaria no se consigue obligando a que los bachilleres demuestren que saben resolver problemas de ecuaciones lineales, conocen la Regla de Cramer, saben hallar la primitiva de una función, la inversa de una matriz o tienen muy claros los teoremas del valor medio y fundamental del cálculo integral. Todos estos son contenidos del currículo de la asignatura de Matemáticas de segundo de bachillerato, pero parece difícil sostener que resultan imprescindibles para la alfabetización básica de la ciudadanía. Tales contenidos serán necesarios para cursar determinados estudios universitarios, pero también es evidente que no son prepedéuticamente imprescindibles para los demás.