21 de febrero de 2013

Comunidad de Educadores para la Cultura Científica

(Publicado en Escuela el 21 de febrero de 2013)
 
¿Cómo se aprende la ciencia? Con bastante dificultad. ¿A quién le interesa? A unos pocos. La tentación de responder así es grande. De hecho, muchos alumnos perciben de ese modo las matemáticas, la física o la química, disciplinas que parecen solo aptas para los más capaces y los más tenaces.

La bata (del investigador de laboratorio) y la bota (del investigador de campo) pueblan muchos sueños infantiles sobre el futuro profesional. Pero cuando en el camino se cruza el álgebra, la cinemática o la tabla periódica, esos sueños se desvanecen para muchos alumnos que acaban optando no por lo que querrían estudiar sino por lo que no les queda más remedio que elegir. Y es que la dificultad de esas materias está tan naturalizada como la idea de que sus contenidos son refractarios a la relevancia social, sus competencias ajenas a la creatividad y sus controversias distantes de lo axiológico.


En el ámbito de las didácticas específicas hay consenso en que la ciencia no se puede entender al margen del contexto en que se desarrolla, que la cultura científica es tan importante como el resto de la cultura (que, curiosamente, no precisa ser adjetivada) y que la educación científica no se puede reducir a la transmisión de conceptos acabados y aislados de su relevancia para la sociedad y el medio ambiente. Sin embargo, esos consensos (llámense “enfoque CTS”, “cultura científica” o como se quiera) no parecen orientar las prácticas mayoritarias de enseñanza.

Los sistemas educativos permanecen en su estado de reposo o de movimiento rectilíneo y uniforme si no son sometidos a la acción continua de una fuerza. Tal parece ser el principio de inercia escolar que seguramente explica lo que sucede. Por eso son tan necesarias materias como Ciencia, Tecnología y Sociedad o Ciencias para el Mundo Contemporáneo, ejemplos de esos “espacios curriculares protegidos” cuyo valor reivindicaba en otro artículo.

Pero además de contar con espacios (y tiempos) más propicios para romper con las inercias y de reconstruir los currículos de las materias de ciencias hacia enfoques más comprometidos con la cultura científica, es necesario desarrollar materiales y estrategias coherentes con esos fines.

Desde 2009 está en marcha una iniciativa internacional orientada en esa dirección. En el marco del proyecto Metas 2021, la OEI ha impulsado una Comunidad de Educadores para la Cultura Científica (CECC) de la que hoy forman parte más de mil quinientos  docentes de ambos lados del Atlántico. Desarrollar materiales didácticos que fomenten la cultura científica, promover una formación a distancia centrada en las necesidades reales del aula y facilitar un sólido trabajo en red, han sido las condiciones que explican el éxito de esta comunidad. La CECC se ha consolidado como espacio de colaboración entre docentes de más de veinte países, separados por miles de kilómetros pero unidos por el privilegio que supone compartir una misma lengua (en realidad dos, con Brasil y Portugal) y una misma cultura. Es una comunidad que crece porque sus participantes se sienten nodos activos de una red fortalecida por la sintonía en los propósitos y por la apertura a las aportaciones de todos.

En este proyecto se han obviado las fronteras disciplinares, abriendo las aulas a la ciencia viva y polémica que aparece a diario en los periódicos y promoviendo nuevos enfoques del trabajo educativo en los que las investigaciones conceptuales están también abiertas a lo valorativo, las investigaciones empíricas no se limitan al laboratorio sino que incluyen también estudios sociales y de campo, y en los que es posible tender puentes entre la ciencia y el arte a través de investigaciones creativas.

Este mes se publican en el espacio virtual de la CECC siete nuevos materiales didácticos en los que, a partir de documentos periodísticos de medios iberoamericanos, se proponen actividades que incentivan la comprensión lectora, el diálogo y la participación ciudadana en temas tecnocientíficos. Con ellos son ya más de trescientos los materiales que están a disposición de los docentes de esta comunidad.

Los retos de la salud y la alimentación, Los desafíos ambientales, Las nuevas fronteras de la materia y la energía, La conquista del espacio, El hábitat humano, La sociedad digital y Otros temas de cultura científica, son los siete contenedores temáticos que articulan esos materiales. Con ellos se intenta superar la rígida y artificial reducción de la ciencia a las asignaturas escolares y promover una idea de la cultura científica más próxima a los ciudadanos y más favorecedora de las vocaciones científicas.

Personalmente me siento muy orgulloso de colaborar en este proyecto con el diseño de los materiales didácticos y la participación en las actividades de formación a distancia. Un orgullo que seguramente es compartido por los docentes que vienen haciendo posible que muchos miles de alumnos iberoamericanos puedan dar otras respuestas a las preguntas iniciales.

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