18 de junio de 2013

¿Bachillerato de excelencia?

“La primera promoción del Bachillerato de Excelencia se gradúa con una nota media de 8,2”. Ese es el titular del reportaje que le dedica la revista ESCUELA (jueves, 13 de junio de 2013) a los resultados del experimento que Esperanza Aguirre puso en marcha en 2011 en el IES San Mateo de Madrid.

Y parece que no ha salido muy bien. Para acceder a ese bachillerato se necesita una nota superior a 8 en las materias de Lengua, Idioma, Ciencias Sociales y Matemáticas de 4º de ESO. La nota media al final del bachillerato ha sido de 8,2. Así que la mayoría de los alumnos han debido obtener ahora peores resultados que los que tenían cuando llegaron a ese centro. De hecho, solo 23 se gradúan con una media superior a 8,75, con lo que tres de cada cuatro alumnos de ese bachillerato de excelencia quizá no puedan acceder a determinados estudios universitarios con límite de plaza. Por otra parte, del centenar de alumnos que lo iniciaron se gradúan ahora 85. De modo que uno de cada siete alumnos ha abandonado el centro o no ha conseguido graduarse a pesar de haber llegado al bachillerato con altas calificaciones en la ESO.

La Comunidad de Madrid gastó el año pasado dos millones de euros en mejorar las instalaciones de ese centro. A juzgar por los resultados obtenidos (solo uno de cada cuatro alumnos podrían presentarse a los premios extraordinarios de bachillerato) no parece que la eficiencia sea una de las señas de identidad de esa supuesta excelencia educativa.



Obviamente, yo no creo que sea mediocre esa mayoría de alumnos que no han obtenido resultados excelentes en ese bachillerato de excelencia. Seguro que son tan buenos como muchos de los alumnos que han terminado con éxito el bachillerato en otros institutos de España. Pero lo cierto es que ese periplo hacia la excelencia ha dejado a la mayoría con calificaciones que no son excelentes.

Otra forma de ver los resultados del IES San Mateo de Madrid es comparándolos con los de un centro normal. Por ejemplo, el mío. Según el reportaje de ESCUELA, ellos tenían 100 alumnos y se han graduado 85. En mi instituto este año había 102 alumnos de 2º de bachillerato y se han graduado 84. Parecen resultados similares, pero no debe olvidarse algo muy importante: todos los alumnos del IES San Mateo entraron en bachillerato con calificaciones superiores a 8 en esas cuatro materias mientras que los de mi centro no fueron seleccionados. Es verdad que los resultados de mi instituto son bastante buenos. Alguien podría incluso pensar que la exigencia puede ser especialmente alta en el IES San Mateo y especialmente baja en el mío. Por una vez echaré mano de esas evaluaciones externas que tanto gustan al ministro. La calificación media de nuestros alumnos en la PAU ha sido de 7,04 (superior a la media de Asturias) y el porcentaje de aprobados del 97,62 (también superior al de la región). Doy por hecho que los resultados de los alumnos del IES San Mateo también serán buenos en la PAU (faltaría más: todos partían de muy buenas calificaciones en la ESO), pero parece claro que no resultarán mucho mejores que los nuestros. Y eso que en mi centro no había calificaciones mínimas para cursar bachillerato y no hemos recibido dos millones de euros para poder atender mejor a nuestros alumnos (quizá deberíamos tratar el tema con nuestra consejera)

Algunos datos más. Este curso he sido tutor de un grupo de 2º de bachillerato de 28 alumnos. En la evaluación final ordinaria se graduaron 24. Cinco de ellos con una nota media superior a 8,75. Obviamente, los 24 han aprobado la PAU, su nota media en esa prueba externa ha sido de 7,51. Y en la evaluación extraordinaria ya se han graduado los cuatro restantes. Éxito en excelencia y éxito en equidad. Algo que sus inventores no pueden decir del experimento madrileño.

Claro que para que la equidad se combine con la excelencia lo que hacemos aquí son otras cosas. Por ejemplo, usar eficazmente la hora lectiva de tutoría que en Asturias tenemos en el bachillerato, reunirnos frecuentemente para el seguimiento de nuestros alumnos (no solo en las sesiones de evaluación) y tener un contacto estrecho y continuado con sus familias. Pero también saber que la vida de nuestros alumnos es más amplia que el currículo y entender que su excelencia también se consigue con las acreditaciones y premios que logran en ámbitos formativos que están más allá de lo escolar (en idiomas, en actividades artísticas, deportivas, etc.)

Un buen bachillerato no es el que encapsula en su oferta lo que sus alumnos pueden aprender, sino el que se abre a la ciencia y a la cultura y relaciona lo que se hace en el centro con todo lo que el entorno puede ofrecer. Son cosas que sabemos hacer muy bien en los muchos institutos públicos españoles que no queremos equidad sin excelencia, pero que tampoco aceptamos una excelencia sin equidad. Institutos que se parecen (en sus prácticas y en sus resultados) a los de los países más avanzados de Europa, esos países que tienen claro que su escuela ha de ser mayoritariamente pública y que su excelencia no se basa en la segregación sino en el fomento del gusto por aprender.

A quienes inventaron el curioso experimento del IES San Mateo no les importa nada la equidad. Ni siquiera es la excelencia lo que buscan (¿le basta a Madrid con 23 jóvenes supuestamente excelentes?). La excelencia que esos pocos alumnos han alcanzado se la deben a su esfuerzo y no será muy distinta a la de muchos miles de alumnos excelentes que salen cada año de los institutos públicos españoles sin haber sido formados en entornos artificiales que seleccionan a los alumnos y en los que algunos profesores están dispuestos a trabajar con ventaja.

Lo que se buscaba en Madrid era otra cosa que nada tenía que ver con la excelencia, sino más bien con el imaginario social. Se trataba de crear un símbolo (que supongo se tratará de replicar) de una forma de ver la educación y la vida que tiene su referente en nuestro pasado nacional más casposo y no en las realidades y necesidades del presente y el futuro de este mundo abierto y complejo en el que ya viven nuestros jóvenes. A quienes inventaron ese experimento los resultados efectivos y el futuro que espere a esos alumnos concretos les importa tan poco como el destino que hayan tenido los participantes en aquel programa en blanco y negro que presentaba Daniel Vindel y en el que, como señalaba en otro artículo, seguramente se inspira el imaginario educativo y social de quienes creen que la excelencia se logra con la segregación.

14 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. Parece que somos muy dados a tergiversar las palabras de la gente y los datos oficiales, ¿no? Lo digo porque cuando te interesa empleas las notas particulares de los alumnos (cuando hablas de tu instituto) y cuando no, tiras de medias (cuando hablas de los alumnos del Bachillerato de Excelencia) que, por cierto, son bastante incorrectas. Se te ha olvidado mencionar, además, la media obtenida por estos alumnos en la PAU, que no tiene nada que desear a la de tus alumnos y a la que si debería envidiar tu instituto. Otro dato erróneo es que solo hay 23 alumnos excelentes, como dices en el penúltimo párrafo, ¿no hablabas al principio del post de que eran 85? Encuentro, de este modo, unas cuantas incongruencias en tu argumentación que califico de lleno de envidias y algo de resquemor. Un saludo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. En este artículo se dan datos, por tanto si quieres pasa las fracciones a unidades o viceversa, pero tildar de tergiversar por eso es una idea tan absurda tan agarrada de los pelos que has quedado como un sensacionalista nada más plantearla, sobretodo de una manera tan agresiva como lo has echo y por ende, como un bocas.

      También acusas de exponer datos falsos sin en ningún momento mencionar una fuente lo cual es una incongruencia.

      Ochenta y cinco son los graduados, 23 los que tienen media superior a 8,75 que se considera excelente.

      Encuentro, de este modo, unas cuantas incongruencias en tu argumentación que califico de lleno de resquemor y envidia. Un saludo.

      Eliminar
  3. Me parece una publicación muy completa y bien planteada, te felicito.

    ResponderEliminar
  4. Todos los alumnos que se graduaron en San Mateo están cursando la carrera que quieren y lo están haciendo con solvencia pues tienen una base muy buena dadas las buenas condiciones en que han cursado el bachillerato. No se obliga a nadie a entrar en el b de excelencia. Los chicos van voluntariamente y todos lo hacen de muy buen grado. No entiendo por qué tanta animadversión

    ResponderEliminar
  5. Recomiendo leer la nota de prensa que la FAPA "Giner de los Ríos" ha publicado sobre los resultados del "Bachillerato de Excelencia". Coincidimos en el análisis: http://bit.ly/1glHPN4

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Siempre me ha parecido lamentable saber poco y opinar mucho.

      Eliminar
  6. Este artículo (si es que se le puede llamar así: falta de veracidad, coherencia, datos) está totalmente infundado. Ni los escasos datos son correctos (recuerdo que el IES San Mateo ha sacado la mejor nota media de selectividad en Madrid y que todos sus ex-alumnos cursan actualmente la carrera deseada e incluso algunos han aceptado ofertas de prestigiosas universidades extranjeras como la Imperial College de Londres, una de las 5 mejores universidades especializadas en Física.), ni la argumentación se sostiene. Primero, no puedes comparar un instituto "normal" donde el grado de exigencia es menor, donde el ambiente que los alumnos generan no está completa y voluntariamente destinado al estudio y donde las notas se inflan por poco que se haga, con un instituto (S. Mateo) donde el interés de los alumnos es una pieza clave en el día a día, donde los profesores están altamente cualificados y donde las clases están compuestas por un grupo relativamente pequeño de estudiantes que además de interés muestran unas capacidades intelectuales por encima de la media. Segundo, no puedes dar datos que no tienen un fundamento palpable, es decir no son corroborables y pueden ser inventados. Además, estos datos los usas cuando te conviene. Por último, aprende que si expones voluntariamente un texto vas a recibir críticas (y no me extraña) por lo que si tienen sentido y no tienes miedo con respecto a la supuesta veracidad de tu argumentación, no deberías tener problema de dejarlos, en vez de borrarlos como hiciste en el comentario de Anonimus López. Yo tampoco entiendo por qué tanta animadversión.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hasta ahora no he eliminado ningún comentario. El primero lo puso y lo quitó ese "Anonimus López".

      En algo estamos de acuerdo: tampoco entiendo por qué tanta animadversión.

      Eliminar
    2. Yo sí lo entiendo, Sr. Martín, porque este proyecto de la Excelencia no admite discusión. Está planteado de tal forma que no puede fracasar. Obviamente, si en un grupo humano elegimos a los rubitos con ojos azules, vamos a conseguir un grupo de gente muy mona, o al menos de rubitos con ojos azules. Y si alguno llevaba lentillas, ya nos encargaremos de hacerlo desaparecer antes de que pueda bajarnos la media.
      Me temo que ha tocado usted un tema tabú; se lo dice un compañero de la enseñanza pública madrileña. Desgraciadamente, todo esto de la Excelencia tiene un aroma... o más bien un tufo... a medida electoralista.
      Pero bueno, me alegro de que Alexandra Swann haya comprendido que estamos hablando de un instituto de "anormales", porque los "normales" trabajamos con alumnos de todo tipo. Me quedo con las palabras de Anatolio Alonso, un chaval que el año pasado sacó la nota más alta en la PAU de Madrid y que cuyas palabras fueron editadas en una entrevista de ElPais digital con fecha 28 de junio de 2013: "...sí es cierto que son alumnos que no se han desarrollado en las condiciones reales de lo que es la sociedad. La capacidad para valorar la belleza del saber viene determinada también por nuestra propia naturaleza no solo por el centro al que acudamos, que también".

      Eliminar
  7. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  8. Toma, claro, yo también estaría muy contento si me montan un centro como este. La cuestión, que es lo que parece plantear el Sr. Martín, es si merece la pena gastarse un dineral en hacer cosas que al final solo mejoran una parte minúscula de la educación. ¿A qué intereses sirven estos proyectos?

    Voy a poner una comparación. ¿Os imagináis una flota compuesta por el barco más moderno y mejor equipado del mundo y 100 pateras agujereadas? ¿No sería más lógico intentar mejorar esas pateras? ¿No será más bien que se intenta desviar la atención de las pateras hacia el barco molón?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

      Eliminar
    2. Muy interesante la analogía entre estudiantes y barcos.

      La cuestión es, precisamente, que esos "barcos molones", como usted les llama, también necesitan un mantenimiento, uno diferente al de las pateras. Claro que es necesario prestar atención a los estudiantes menos aventajados, pero mi experiencia como alumna me ha enseñado que ya hay mecanismos para ello, véanse las clases de diversificación, por ejemplo. Sin embargo, los alumnos con más capacidad y, sobre todo, interesados en alcanzar su máximo potencial, son dejados a un lado, y las medidas que les favorecen, como el Bachillerato de Excelencia, son tachadas de elitistas y segregadoras.

      La educación pública tiene que cuidar de todo el mundo.

      Un saludo.

      Eliminar