2 de junio de 2016

Nadie entre aquí sin saber matemáticas

(Publicado en Escuela el 26  de mayo de 2016)

Con una frase parecida advertía Platón a la entrada de la Academia de que los saberes que allí se enseñaban no eran para muchos. Y algo así podrá decirse del bachillerato con la LOMCE. Ahora que parece haber consenso en modificar esa ley conviene señalar uno de los elementos más perversos que contiene y del que se habla muy poco. Me refiero a la obligatoriedad de las matemáticas en los dos cursos del bachillerato.

Fueron los economistas universitarios y las asociaciones de profesores de matemáticas quienes obtuvieron aquella supuesta victoria en el Senado por la que, excepto en el artístico, ya no se podrá obtener el título de bachillerato si no se cursan (y aprueban) las matemáticas (o el latín) en sus dos cursos. El argumento tenía una lógica bien curiosa: algunos alumnos podrían llegar a estudiar economía sin haber cursado matemáticas en 2º de bachillerato, por lo que todos deberán cursarlas (y aprobarlas) con independencia de su relevancia para otros grados universitarios o para la formación profesional superior.

El presupuesto de que las matemáticas son imprescindibles se ha instalado en el imaginario social hasta el punto de que quienes nunca las usan ni las entienden consideran estupendo que sirvan de filtro general para la formación superior. Pero ¿están mal preparados los médicos y los estudiantes de medicina que hasta ahora no las habían cursado en 2º de bachillerato? ¿Lo están los técnicos superiores de formación profesional que tampoco lo hicieron?

El valor de un saber con más de dos mil años no depende de que una ley lo haga obligatorio. Solo los muy acomplejados o los muy interesados confunden lo uno con lo otro. Entre los segundos pueden estar quienes piensan que más alumnos cursando matemáticas implican más profesores enseñándolas. Así, su presencia creciente en el currículo ha llevado a la curiosa situación de que una de las materias que más dificultades entraña para los alumnos (entre otros motivos, por su carácter encadenado desde primaria) sea la especialidad a la que acceden más profesores que no son licenciados en ella.

Lo cierto es que con la LOMCE las matemáticas pasan a ocupar el lugar de las materias comunes del bachillerato, las que suelen tener tres horas semanales. Pero lo hace con cuatro, lo que va en detrimento de la hora de tutoría. Este es un efecto, nada secundario, de una medida que va justo en el sentido contrario de esa flexibilidad y esa atención individualizada de las que sigue adoleciendo nuestro bachillerato.

Pero los perjudicados por este éxito curricular del elitismo platónico no serán solo quienes no necesitan las matemáticas para sus estudios superiores y que, por ellas, quizá no lleguen a cursarlos. También lo serán los que sí las necesitan. Los alumnos que quieren estudiar grados como los de matemáticas, física, economía, arquitectura o ingenierías hasta ahora cursaban esa materia en 2º de bachillerato en grupos en los que todos la habían elegido. Pero con la LOMCE en sus clases de matemáticas tendrán que estar también los que no querrían cursarlas (en mi instituto este año no lo hacen un 34 % de los del bachillerato de ciencias y un 55 % del de humanidades y ciencias sociales).

Es verdad que la LOMCE no supondrá mucha novedad en aquellas comunidades que, con presiones gremiales o sin ellas, ya habían prescrito hace años la obligatoriedad de las matemáticas en el bachillerato. Y ello debería hacernos reflexionar sobre los efectos que esa medida ha podido tener en las tasas de abandono escolar temprano en nuestro país. Por ejemplo, si el hecho de que las matemáticas sean obligatorias en la modalidad de ciencias del bachillerato andaluz anterior a la LOMCE y no lo sean en el asturiano pudiera tener alguna incidencia entre los factores que explican que Andalucía tenga un 27,7 % de abandono escolar temprano y Asturias un 13,6 %. Viendo cuántos alumnos no cursan ahora matemáticas en mi centro tengo muy claro quiénes estarán en ese riesgo a partir del próximo año.

Está claro que a los wertianos les interesan los efectos segregadores de aquel lema platónico. Ellos apuestan por reducir el número de bachilleres (y con ellos el de universitarios) y por devaluar el acceso a la formación profesional en todos los niveles. Está por ver si los demás advertiremos los efectos perversos de una medida que, aunque muchos no lo sepan, perjudica al bachillerato, perjudica a las matemáticas y también a sus profesores. Pero, sobre todo, perjudica a los ciudadanos.

4 comentarios:

  1. Mariano Martín Gordillo, por lo visto Usted cree que con palabreria se puede arreglar el mundo, por personas como Usted se tiene a las ciencias sociales por los suelos.

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  2. Buenos días. No hay un sistema educativo que pueda dar lugar a todas las concepciones sobre lo que debería enseñarse o no. Algo sí me queda claro es que la obligatoriedad de una u otra asignatura no hace a los aprendizajes y más aún suele ir en detrimento de los mismos. El mayor riesgo es perder matrícula, alejar a los jóvenes de la Educación Media Superiro (Bachillerato. Las consecuencias golperaán muy fuerte, es una manera de fragmentar-discriminar en función de matemáticas. La promoción del abandono escolar y la disminución de estudiantado en las carreras universitarias de corte científico, tecnológico y social también se verán afectadas. En cambio, si los estudiantes pueden cursar y además optar por matemáticas o no (más allá de que sea un mito el que las matemáticas lo solucionan todo y quien no las domina no sabe nada, no existe)en algún momento de su formación sentirá la necesidad de saber y de su importancia.

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  3. Profesor Gordillo. Más allá de centrar la discusión de si las matemáticas son culpables o no de la deserción escolar, creo que el debate debería orientarse en la evaluación de los profesores que enseñana la materia, pues los malos profesores siempre hacen daño al sistema educativo en cualquier parte del mundo. Para nadie es un secreto que muchas veces los alumnos llegan con ideas predeterminadas al aula ("la matemática es muy difícil", "yo no sirvo para los números", "eso no es para mí", etc) gracias a experiencias traumáicas con docentes que probablemente enseñan la asignatura con el mismo sentimiento estigmatizador de sus discípulos.

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  4. Acabo de descubrir su blog, que me parece muy sensato e interesante. Lamento sin embargo que considere innecesaria y elitista una materia tan básica y necesaria (no sólo para los científicos) en el mundo que viene. Creo que el problema no está en que se considere que las matemáticas, como la lengua, deben formar parte de los saberes comunes a los bachilleres (por cierto, las que se estudian en los de sociales no son las mismas que las de los de ciencias), sino en cómo se enseñan, incidiendo más en la memorización de algoritmos que en la creatividad y el razonamiento. Y eso tiene mucho que ver con el excesivo número de profesores que las imparten sin tener la preparación adecuada.

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