24 de septiembre de 2020

"Online"

 (Publicado en Escuela el 22 de septiembre de 2020)


Las lenguas son como el ADN virtual de las personas y los pueblos. Con ellas se van componiendo cadenas potencialmente infinitas de significantes y significados que se combinan y reproducen mientras las usamos. A lo largo de la historia se dan saludables hibridaciones y contagios entre ellas. De hecho, las lenguas son estructuras vivas que conservan en ese ADN virtual las huellas de su evolución para regocijo de etimólogos y hablantes. Pero en ocasiones también sufren infecciones que, sin que nos demos cuenta, afectan a la precisión de sus mensajes. Tal es el caso de muchas palabras y acrónimos ingleses que, cual si fueran virus, penetran y perturban los significantes y significados del español, esa lengua que no es solo la de quienes viven en España y que, aunque muchos lo olviden, es la segunda con más hablantes nativos en el mundo (y la primera no es el inglés).

En estos tiempos pandémicos hasta el nombre del temible virus resulta un buen ejemplo de la infección anglófila que padecemos. Diciendo COVID muchos creen estar siendo más precisos que si dijeran coronavirus. Y no son pocos los que insisten, muy puntillosos, en que se debe decir la COVID sin reparar en que a veces no se quiere aludir a la enfermedad sino al  virus y que, en todo caso, los artículos en inglés no tienen género. Por tanto, habríamos ganado mucho en precisión y claridad si en vez de importar aquel acrónimo llamáramos ECOVI a la enfermedad del coronavirus, un término bastante más oportuno para un hispanohablante que tener que llamar disease a lo que nadie desea.

El fenómeno anglovírico es reciente y creciente y, de hecho, está teniendo efectos nocivos en nuestra cultura científica (y también en la cultura sin adjetivar). Muchos hablantes de español saben que el SIDA es el síndrome de inmunodeficiencia adquirida y que su causa es el virus de inmunodeficiencia humana, el VIH.  Pero si el virus y la enfermedad hubieran aparecido ahora sería menos probable que lo supieran porque seguramente no usaríamos esas siglas sino que estaríamos hablando siempre de AIDS y de HIV sin saber muy bien a qué se refieren. Eso es lo que nos está sucediendo con los dichosos PCR de los que muchos piensan que su primera letra tiene algo que ver con una prueba en la que se mete un tubito flexible por la nariz. Y así nuestros bachilleres de ciencias tienen más difícil saber que esas tres letras se refieren a la reacción en cadena de la polimerasa, algo que resultaría más intuitivo si en lugar de PCR dijéramos RCP (por cierto, para hablar de esas pruebas los ingleses no suelen decir PCR sino PCR test o COVID test).

Algo parecido sucede cuando no nos damos cuenta de que en ciencia evidence no significa lo mismo que evidencia, que tópic no es lo mismo que tópico o que conversation no se debe traducir siempre como conversación. Y, acercándonos más a nuestros temas, tampoco es claro para muchos que en Inglaterra las public schools no son nada públicas o que no se vende ningún libro en una library. Incluso hay actualmente un anuncio de una marca de coches en el que se destaca que el suyo, a diferencia de los otros, no nos obliga a elegir entre comprar un SUV o un deportivo (también tiene su gracia la traducción de la U).

Así que no debería extrañarnos que en estos tiempos pandémicos (que a pesar del dichoso brexit  son cada vez más anglófilos), además de hablar de COVID y de PCR, se haya hecho habitual en el campo educativo aludir una y otra vez a la educación online sin saber muy bien a qué nos estamos refiriendo.

Al aparato. Así decía antiguamente quien estaba lejos, pero dispuesto a hablar por teléfono. Podríamos suponer, por tanto, que estaba en línea o conectado, es decir, online. Y en la televisión española de los años setenta José María Íñigo destacaba precisamente esa cualidad sincrónica en aquel famoso programa suyo llamado Directísimo que por hacerse así, en directo, resultaba muy diferente de los programas en diferido.

Sin embargo, cuando hablamos de educación online, la cosa es bastante más confusa.  Educación a distancia, en línea, virtual, digital, sincrónica o por internet pueden asociarse con la educación online, pero cada una de esas expresiones significa cosas distintas. Una reunión en Teams (que no en Equipos) o un foro en MOODLE se desarrollan ambos a distancia, por medios digitales y haciendo uso de internet. Sin embargo, la primera requiere sincronía y el segundo no, por lo que referirse a los dos como educación online resulta cuanto menos confuso. Y la cuestión no es solo que ciertas expresiones que nos llegan desde el inglés se convierten en cajas negras semánticas, sino que ese uso ambiguo puede ocultar decisiones pedagógicas de gran calado.

Por ejemplo, si en estos tiempos pandémicos una consejería de educación decide que el curso se desarrolle en formato semipresencial alternando días en que parte de los alumnos asistirán a las aulas mientras que el resto seguirán una educación online, eso puede significar que se apuesta por el modelo de clase invertida (perdón, de flipped classroom) o que en el techo de cada aula se instalará una cámara para que desde sus casas los alumnos ausentes sigan en directo directísimo la clase en modo telepresencial (valga el oxímoron). No será necesario insistir en la enorme diferencia entre un modelo y otro. El primero tendría un contorno educativo bien definido y una notable apertura a la innovación, mientras que el segundo solo requeriría de unos dispositivos digitales que hagan posible en primer lugar la teletarima, seguramente después el telexamen y quizá también el teleclaustro.

Aunque ambas formas de semipresencialidad puedan nombrarse como educación online, apostar por esa pseudotelepresencialidad, con medio grupo en el aula y otro medio en casa en días alternos, supone un modelo instruccional centrado en el docente y en su actividad de enseñanza en lugar de un modelo de aprendizaje centrado en los alumnos que supere las inercias propias del aula docéntrica.

Reclamar que los entornos digitales tengan contornos educativos supone entender que los centros escolares no tienen un único modo de uso y que ello es aún más acusado en los entornos virtuales de aprendizaje. Así que, para decidir con criterio sobre todo esto quizá convenga que dejemos de usar confusos comodines importados del inglés como el de la educación online e intentemos resistirnos a esos agujeros negros semánticos que, igual que los otros, tienen gran fuerza de atracción aunque no entendamos realmente qué es lo que contienen.

1 comentario:

  1. Cuando expresa: El primero tendría un contorno educativo bien definido y una notable apertura a la innovación, se refiere a la educación en formato semipresencial. Significa que se esta de acuerdo con la alternancia educativa aún sin condiciones de bioseguridad en las escuelas, para evitar contagios? o que hacia adelante se ve esta modalidad como algo cambiante, innovador para la educación?

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