La educación española es un desastre. Antes era mucho mejor. Los políticos cambian constantemente las leyes y cada vez la cosa está peor. Los alumnos no respetan a los profesores. El esfuerzo no se valora. La juventud está echada a perder. No sé a dónde vamos a llegar… La culpa de todo la tiene la LOGSE.
¿Le suena? ¿Lo ha oído alguna vez? Seguramente sí. Sobre la educación española este tipo de frases son las que más se oyen.
Le propongo un experimento. Reúna a unas cuantas personas que tengan más o menos su edad. A partir de los treinta el experimento ya funciona, incluso a veces también con gente más joven. Pruebe a decir algunas de esas frases. Empiece por dos o tres. Verá como varios de sus contertulios asienten. Probablemente alguno le anticipará algunas de las otras antes de que usted las diga. Con planteamientos como ese tiene el acuerdo garantizado con mucha gente.
Pruebe a hacer otro experimento. Ahora le sugiero que siga este otro guión. Intente parecer sincero.
La educación actual es la mejor que ha tenido España. Antes era mucho peor. No es cierto que haya habido tantos cambios en las leyes educativas. La estructura del sistema educativo que estableció la Ley General de Educación es de 1970. No era una mala ley a pesar de ser de la época de Franco. Ese modelo duró veinte años. Los mismos que lleva en vigor el modelo que definió la Ley Orgánica General del Sistema Educativo de 1990. Desde entonces, no ha variado la estructura general del sistema. Es normal que avanzada la democracia tengamos un sistema educativo diferente del que se pensó en los años sesenta. Lo raro sería querer volver a la educación del franquismo. Lo que sucede es que el tiempo pasa y la memoria nos traiciona. Antes de la LOGSE, estudiaba mucha menos gente. Y eso no era bueno. Lo del respeto perdido a los profesores es un mito. En aquellos tiempos, más que respeto, algunos daban miedo. Otros lo pasaban ante sus alumnos. Las novatadas y gamberradas eran comunes en la vida escolar de aquella época. Éramos más ingenuos e ignorantes que ahora. Y todo por algo muy sencillo: porque aquel mundo era muy simple y un poco tontorrón. Además la memoria nos traiciona. Es lo que pasaba antes con la mili. Podía ser un desastre mientras se vivía pero con el paso del tiempo se dulcificaban los recuerdos y uno olvidaba lo que había sufrido y creía que añoraba los buenos momentos en el cuartel, cuando lo único de lo que sentía nostalgia era de su propia juventud. Con la educación pasa igual. Todos hemos estado en un aula y por eso nos encanta comparar las de nuestro pasado con las de ahora. Pero, ¿de verdad cambiaríamos para nuestros hijos el sistema educativo de ahora por el de los años sesenta o setenta en España? ¿Eran mejores aquellas aulas de cuarenta alumnos presididas por las imágenes de Franco y la Virgen y en las que el profesor dictaba desde la tarima que las actuales aulas de veinte alumnos genéticamente digitales a los que educan profesores formados en la universidad de los años ochenta y noventa y en las que las pizarras digitales ocupan el lugar que antes tenían reservado el caudillo y la Inmaculada? ¿De verdad que para nuestros hijos preferimos aquel mundo que el de ahora? ¿Tanto hemos envejecido?
¿Qué? ¿Cómo le ha ido? No me diga que no se ha atrevido. Ya, ya sé que es más difícil. Este segundo guión es menos simple, con él no es tan fácil el acuerdo coral ni los asentimientos inmediatos. Seguramente es más entretenido porque, si lo defiende, usted tiene garantizado un intenso debate. Pero sobre los temas educativos no es el debate matizado lo que se lleva. La educación tertuliana es más de brocha gorda, de lugares comunes y de acuerdos sobre el apocalipsis del presente y la nostalgia del pasado.
Es curioso. Si usted insiste en las tesis del primer guión seguramente nadie le dirá que se notan sus simpatías hacia el PP, ese partido que nunca ha querido pactar ninguna ley educativa después de la de Franco. Pero si manifiesta cierta sintonía con el segundo guión seguramente le dirán que está del lado del PSOE y de los que perpetraron la LOGSE. Vamos que ya se sabe. Que usted está abducido por el error… El error de no desconfiar tanto del sistema educativo de nuestra democracia y de no añorar nada la educación franquista.
(17/09/2010)
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