9 de octubre de 2012

104 educadores por el Centro Niemeyer

(Publicado -abreviado- en El País el 20-12-2011)

“Una plaza abierta a todos los hombres y mujeres del mundo, un lugar para la educación, la cultura y la paz”. Así definió Óscar Niemeyer, ese genial arquitecto que acaba de cumplir 104 años, su maravilloso regalo para Asturias. Mucho antes de que esa plaza estuviera construida frente a la ría de Avilés, el Centro Niemeyer iba haciendo realidad esos propósitos con actividades en las que -damos fe de ello- la cultura ha estado siempre vinculada con la educación. La paz la presuponíamos todos al vivir en una sociedad democrática que comparte la voluntad de que el futuro sea mejor que el pasado y que asume que los afanes por construirlo juntos deben ser siempre más intensos que nuestras posibles discrepancias.

Más de un millón de ciudadanos han disfrutado durante estos meses de esa plaza abierta al mundo. Pero no el presidente de nuestro gobierno regional ni el consejero de cultura. Ellos no han querido acercarse a conocer el Centro Niemeyer ni asistir a ninguno de los eventos culturales que han tenido lugar en él. En sus acciones no han buscado la consolidación y multiplicación de sus innegables éxitos. Más bien se han dedicado durante este tiempo a cuestionar la honorabilidad de los profesionales que los han hecho posibles y a desbaratar un sueño que se había hecho realidad desde la pasada primavera.


Quienes hemos ido tantas veces a esa plaza tenemos asumido el sentido profundo de la vinculación entre la educación, la cultura y la paz de la que habla Niemeyer. Quienes no han querido venir al Centro Niemeyer y, sin conocerlo, lo han atacado tanto, desprecian el potencial educativo de la cultura y los valores de la convivencia en paz.

Una plaza para la educación, la cultura y la paz. Un lugar hermoso que ha sido  visitado por miles de niños y jóvenes. Un espacio en el que muchos de nosotros hemos podido ser educadores también en esas aulas abiertas que son la cúpula, el auditorio, el cine… Lugares en los que nuestros alumnos han aprendido mientras disfrutaban de la belleza de todas las artes: las plásticas, sí, pero también la danza, el teatro, la música, el cine y la palabra.

Sabemos a quiénes debemos lo que hemos vivido en estos meses: a Óscar Niemeyer y a todas esas personas que han trabajado duro por construir ámbitos abiertos a la participación ciudadana desde el Centro Niemeyer. Sabemos a quiénes debemos que todo esto se trunque ahora: a los que ejercen las responsabilidades políticas sin darse cuenta de que gobernar no es seguir los dictados del rencor desde la ignorancia, sino tomar decisiones prudentes y sabias.

Pero más pronto que tarde los ciudadanos haremos que esa plaza vuelva a ser lo que ha sido hasta ahora y recobren su función esos hermosos edificios. Con el apoyo a la iniciativa popular para la regulación legislativa del Centro Niemeyer se conseguirá que nadie abarate el sueño de que la educación, la cultura y la paz tengan un lugar de encuentro para todos en la bella plaza de las curvas blancas.

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