(Publicado en Escuela el 6 de octubre de 2011)
El 2 de noviembre de 2007 se aprobó el Real Decreto que establece la estructura del bachillerato. Su principal novedad era un sistema de repetición que permitía que los alumnos que no hubieran superado tres o cuatro materias en primero pudieran repetirlas cursando a la vez algunas de segundo. Por primera vez una norma española asumía que es absurdo repetir lo ya aprobado y que conviene siempre aprovechar el tiempo disponible: “Al establecer la posibilidad de repetir el primer curso en determinadas condiciones pero avanzando contenidos del segundo, se logra optimizar el esfuerzo del alumnado reconociendo los aprendizajes demostrados. Esta previsión acerca el régimen académico de esta etapa al de otros estudios [los universitarios] y supone una mayor flexibilidad”. Estas palabras del preámbulo muestran que esa flexibilización del bachillerato que hoy tanto se reclama ya estuvo en el BOE hace cuatro años.
Sin embargo, el 2 de febrero de 2009 la Federación Española de Religiosos de Enseñanza Titulares de Centros Católicos (FERE-CECA) consiguió anular esa medida. Ese día el Tribunal Supremo estimó favorablemente su recurso contra el artículo 14.2 de aquel Real Decreto. Así, los miles de alumnos que cada año repiten primero con solo tres o cuatro materias no pueden utilizar el resto de su tiempo semanal para avanzar en las de segundo, con lo que, lejos de reducirse su riesgo de abandono, se aumenta la probabilidad de que dejen el bachillerato. Esta perversa carambola normativa ha hecho que un modelo de repetición pensado para reducir el abandono escolar haya acabado casi fomentándolo.
¿Qué se ha hecho desde entonces para resolver este problema? Prácticamente nada. Tan solo acordar una medida transitoria de Perogrullo: quien repite con tres o cuatro materias también puede, si quiere, repetir las ya aprobadas. Pero sigue pendiente una revisión significativa de aquel Real Decreto que quedó amputado tras la sentencia. Lamentablemente, se perdió una buena oportunidad para flexibilizar definitivamente el bachillerato con las modificaciones introducidas en la LOE al calor de la Ley de Economía Sostenible.
Aunque la causa del problema está cayendo en el olvido, son miles los jóvenes de bachillerato que desde hace tres cursos repiten con sueltas y ponen nombre propio y drama personal a esa lacra del abandono escolar tan presente en los discursos sobre las necesidades prioritarias de nuestro sistema educativo como ausente en las decisiones normativas para atenderlas.
Quizá podría haber soluciones que, respetando la sentencia del Supremo y los criterios de promoción de la LOE, recuperaran esas intenciones flexibilizadoras que, por lo demás, no fueron cuestionadas por esa sentencia.
Una alternativa podría ser un plan intensivo de recuperación de esas materias durante el primer trimestre del curso y la anticipación a diciembre de su evaluación final. De ese modo, una vez alcanzadas las condiciones de promoción establecidas en la LOE, el alumno se podría incorporar al segundo curso en enero. Aunque seguramente muchos alumnos necesitarían dos años para aprobar todas las materias de segundo, se haría menos probable su abandono y más incentivado su esfuerzo por superar cuanto antes las dificultades.
Una medida de este tipo no se distanciaría, por lo demás, de esa otra atención a la diversidad de la que disfrutan los alumnos de altas capacidades. Para ellos se flexibiliza tanto el bachillerato que pueden cursar diecisiete materias en un solo año sin que nadie se pregunte en qué momento promocionan de primero a segundo.
Aprovechar esos tres meses del otoño para trabajar intensamente en una, dos, tres o cuatro materias con el aliciente de que si se tiene éxito se podrá pasar al segundo curso y avanzar, siquiera parcialmente, con los compañeros que ya están en él, sería una buena manera de fomentar la tenacidad, la responsabilidad y el esfuerzo. Y no de invocarlos solo como reproche.
Esta idea de un plan intensivo de recuperación en el primer trimestre (algo análogo a la clásica convocatoria de febrero en los estudios universitarios) podría servir también para los alumnos de segundo que llevan una o dos materias pendientes de primero y para los que repiten solo con algunas materias. Éstos podrían dedicar los dos trimestres restantes a concentrarse, por ejemplo, en la preparación de las materias de las que se van a examinar en la PAU.
De este modo, esa parte tan significativa y vulnerable del alumnado de bachillerato que tiene materias pendientes o que repite con sueltas (¿veinte por ciento?) tendría menos probabilidades de incrementar las cifras del abandono escolar.
Si las administraciones siguen dejando en el olvido esta asignatura pendiente de la política educativa, quizá tengan que ser los propios centros los que deban buscar fórmulas legales pero imaginativas para evitar esa sangría de jóvenes condenados al callejón sin salida que para muchos supone repetir con sueltas en bachillerato.
No hay comentarios:
Publicar un comentario