26 de abril de 2016

Rondas Reales

Comunicado de la Casa del Rey (12 de abril)
Comunicado de la Casa del Rey (26 de abril)
  Artículo 99 de la Constitución Española)

Hoy ha concluido la tercera ronda de consultas tras las elecciones del pasado 20 de diciembre. Según el comunicado de la Casa del Rey del día 12 de este mes la finalidad de estas consultas "es constatar si, de la disposición que le trasladen los representantes de los grupos políticos con representación parlamentaria, S.M. el Rey puede proponer un candidato a la Presidencia del Gobierno que cuente con los apoyos necesarios para que el Congreso de los Diputados, en su caso,  le otorgue su confianza; o, en ausencia de una propuesta de candidato, proceder a la disolución de ambas Cámaras y a la convocatoria de nuevas elecciones generales en el momento que constitucionalmente corresponda y con el refrendo del Presidente del Congreso.”

Pero la Casa del Rey se equivoca. Igual que se equivocaba en el comunicado del 22 de enero tras la primera ronda de consultas que concluyó sin la propuesta de un candidato.

El artículo 99 de la Constitución establece en su apartado primero que el Rey, a través del Presidente del Congreso, “propondrá” un candidato a la Presidencia del Gobierno. No que lo “puede proponer”. La diferencia no es baladí porque afecta nada menos que al papel del Congreso de los Diputados en el proceso de elección del Presidente del Gobierno.

15 de abril de 2016

Valores e intereses

(Publicado en Escuela el 14  de abril de 2016)

Confrontar valores e intereses. Negociar y dirimir prioridades entre ellos. Adoptar decisiones que susciten consensos. Esa podría ser una buena caracterización de la política. De la buena política. De la política necesaria. La propia de las sociedades democráticas que, por el hecho de serlo, son conscientes de que los intereses y los valores son plurales y muchas veces contrapuestos. Es la política que, partiendo de ese principio, aspira a conseguir acuerdos, siempre revisables, en torno al interés general y a los valores compartidos.

Esa política está en las antípodas de esa otra caricatura que muchos consideran la única realmente existente y hasta posible. La que entiende que toda actividad pública es siempre interesada y solo puede estar presidida por valores egoístas.

Confundir los valores con los intereses y suponer que los segundos son siempre personales y los primeros se reducen a la ética son quizá algunas de las razones por las que cala tanto entre tantos el rechazo hacia lo político. Sin embargo, no todos los intereses son espurios ni todos los valores valiosos. Además de las demandas (algunas legítimas, otras no tanto) los intereses incluyen también las necesidades (algunas conscientes, otras no tanto). Y entre los valores unos tienen que ver con el bien común, pero otros son solo trasuntos del egoísmo o prejuicios que dificultan el diálogo.