(Publicado en Escuela el 20 de mayo de 2019)
En 2009, tres años después de que se aprobara la LOE, comenzó la primera
edición del Máster de Formación del Profesorado de Secundaria, unos estudios dirigidos a completar la
formación inicial de los docentes de secundaria más allá de la enseñanza
disciplinar proporcionada en los grados. Por tanto, ya son diez las cohortes
que han tenido una formación orientada a las necesidades reales de la práctica
docente, que han vivido durante algunos meses la experiencia de un Prácticum
concebido como inmersión planificada y completa en las diversas dimensiones
propias del trabajo docente y que han preparado y defendido un Trabajo Fin de
Master según los requisitos que caracterizan la formación universitaria de
posgrado.
Aunque todavía son pocos los profesores de secundaria en activo con esta
nueva formación, parece indiscutible que el Máster es mucho más pertinente y
exigente que aquel Certificado de Aptitud Pedagógica que acreditó a quienes
entraron en la profesión entre los años setenta y la década pasada. Por ello, no
deja de ser curioso el éxito de ese discurso adanista que reclama insistentemente
un MIR educativo obviando por completo los cambios habidos en la formación
inicial de los docentes.
Lo cierto es que, con independencia de la conveniencia de incrementar y
mejorar la formación inicial con más tiempo de prácticas tuteladas, el problema
de fondo que sigue sin ser abordado es el de la relación entre esa formación
inicial renovada y el caduco sistema de acceso a la profesión.