(Publicado en Escuela el 19 de junio de 2014)
Nuestro
sistema educativo dedica mucho tiempo a la religión. A lo largo de la
escolaridad obligatoria al menos 595 horas, más de dos tercios de las 875 que
tiene un curso de primaria. Parece demasiado. Eso han debido considerar los
gobiernos del PP que en algunas comunidades autónomas han decidido reducir su
presencia en la educación primaria en favor de materias más instrumentales. Sin
embargo en la ESO y en el bachillerato el tiempo de la religión será mayor que
el que tenía hasta ahora. Y también su valor, porque sus calificaciones tendrán
efectos académicos en esas etapas.
La
LOMCE modifica el artículo 24 de la LOE estableciendo la materia de religión y
la de valores éticos en el bloque de asignaturas específicas de la ESO. Todos
los alumnos cursarán una o la otra. O incluso las dos ya que los centros
docentes podrán ofrecerlas también con las demás materias elegibles de ese
bloque. Ello implica que el número de horas de la materia de religión deberá
ser el mismo que el de la Tecnología, la Segunda Lengua Extranjera, la Música,
la Cultura Clásica o la Educación Plástica Visual y Audiovisual. Por tanto, el
tiempo dedicado a la religión aumentará sensiblemente. A no ser que a esas
materias se les asigne solo una hora semanal, que es lo que ahora tiene la
religión en la mayor parte de los cursos de la ESO.
Pero
donde es más radical el cambio para la religión es en bachillerato. A
diferencia de la LOMCE, la LOE dejó su regulación para el desarrollo
reglamentario y el Real Decreto 1467/2007 asigna 70 horas más para quienes voluntariamente
decidan cursar enseñanzas de religión en bachillerato, sin que ello comporte
ninguna obligación para los demás según establece su anexo 2. Sin embargo, como
señalé en otro artículo (Fetichismo del concordato, -Escuela, 3/11/2011-), algunos centros, más papistas que el papa, vienen practicando desde
2008 una suerte de retención escolar de los alumnos que no desean cursarlas.
Con la LOMCE la situación de la religión en el bachillerato variará sustancialmente. De ser una materia estrictamente voluntaria y sin efectos académicos para acceder a estudios superiores, pasará a ser una materia más del bloque de asignaturas específicas (en el que ya no la acompaña una materia sobre valores éticos). Y podrá cursarse tanto en primero como en segundo de bachillerato, algo que no estaba previsto en los acuerdos de 1979 con el Vaticano (“Los planes educativos en los niveles de Educación Preescolar, de Educación General Básica, EGB, y de Bachillerato Unificado Polivalente, BUP, y Grados de Formación Profesional correspondientes a los alumnos de las mismas edades, incluirán la enseñanza de la religión católica en todos los centros”). Con la LOMCE habrá, por tanto, religión en un nivel equivalente en edad al viejo COU, donde no existía con la Ley General de Educación.
La
religión en el bachillerato de la LOMCE tendrá, por tanto, mucho tiempo y mucho
valor. Exactamente el mismo tiempo que las demás materias del bloque de
asignaturas específicas. Y también el mismo valor que cualquiera de ellas para
la calificación final de la etapa. De modo que los alumnos que cursen religión
en los dos cursos de bachillerato y obtengan un diez (una calificación
altamente probable a la vista de las prácticas evaluadoras de su profesorado en
las últimas décadas) se asegurarán una parte significativa de la calificación
final que figurará en su título de bachiller.
Con
independencia de su valor de uso, su alto valor de cambio (hasta un 0,75 en la
calificación final) hará que más de un alumno que pretenda acceder a estudios
tan demandados como los de medicina o ingeniería se plantee si no le será más
conveniente cursar religión que materias como Anatomía Aplicada, Dibujo Técnico
o Segunda Lengua Extranjera. De la voluntariedad desinteresada con que la
religión es elegida por algunos alumnos con la LOE se pasará a una elección por
motivos bien espurios con la LOMCE.
Es
verdad que muchos centros y muchos alumnos corregirán esta aberrante situación
no ofertando o no eligiendo religión en el bachillerato. Pero se verán
perjudicados al competir en el acceso a la universidad con los que sí lo hagan.
Para éstos los estudios sobre lo celestial pueden resultarles muy rentables en
lo terrenal. ¿Será esto lo que algunos entienden por promover el espíritu emprendedor?
Miguel
Ángel Quintanilla ha comentado alguna vez que Ciencias para el Mundo
Contemporáneo (una materia común del actual bachillerato español) cumple un
papel análogo al del curso de Física para Futuros Presidentes impartido por
Richard A. Muller en Berkeley. La LOMCE la suprime. Como también elimina la
Historia de la Filosofía entre las materias comunes del bachillerato. Con ello
contribuye a distanciar las culturas científica y humanística. Y a recuperar
esa rancia tradición ibérica según la cual la religión es una buena alternativa
a la ciencia. También para los futuros médicos.
Algún tendremos tiempo para contemplar el destrozo cultural y cívico que la actual política educativa, retrógradas y clerical, ha realizado en nuestro país. Y solo podremos llorar. Pero será tarde, muy tarde.
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